Colombia ante la continuidad de Maduro debe profundizar la diplomacia
Por. José Armando Olmedo Ávila*
Escribir sobre Venezuela es un asunto espinoso y complejo, lo que lo convierte en un tema interesante y desafiante para debatir. La situación que vive el vecino país en la actualidad invita a la academia a no quedarse callada, a ser partícipe, crítica y siempre propositiva. Hoy, todo aquel que se pronuncie sobre esta realidad se enfrentará a un sinnúmero de contradictores, por lo que cualquier declaración debe hacerse con precisión quirúrgica.
En este contexto, estoy de acuerdo con las palabras de Jean Dominique, activista haitiano por la democracia: “No se puede matar la verdad. No se puede matar la justicia. No se puede matar aquello por lo que luchamos.” Y es que, en el caso de Venezuela, tanto el gobierno como la oposición y la comunidad internacional parecen estar convencidos de poseer la verdad, lo que ha llevado a radicalizar las posturas, incluso sugiriendo intervenciones militares tras la instalación de Maduro en el poder para el periodo 2025-2031.
Es importante recordar que todos los países tienen el derecho a la autodeterminación y todos los pueblos tienen el derecho a elegir libremente su organización política. No son los extranjeros quienes deben solucionar los problemas de Venezuela; son los ciudadanos de ese país, con las instituciones que ellos mismos han creado, quienes deben tomar las riendas de su territorio y destino. Esto no debe llevar a los no venezolanos a ser cómplices silenciosos de la tiranía ni a ser estáticos ante la injusticia. En la vida, si se debe luchar contra algo, es con la indiferencia, la peor enfermedad de la humanidad.
La alta migración de venezolanos obedece, entre otras causas, a los bloqueos económicos y fronterizos impulsados por algunos dirigentes venezolanos, apoyados por Washington y Bogotá, durante el gobierno de Trump. ¿Será esta una de las razones por las que Berlín, Bruselas y el presidente electo de Estados Unidos mantienen una postura más moderada hacia Caracas que en el pasado? ¿Será que, por medio de estos movimientos cautelosos al moderar su discurso de aceptación a Edmundo González como presidente de Venezuela, están reconociendo errores cometidos en el pasado con Juan Guaidó? Ya quedó demostrado que a Maduro no se le vence con un “cerco diplomático”. Pasaron los años, las recompensas en dinero y él sigue contando horas en el poder.
La posición estratégica del país bolivariano, junto a sus recursos naturales, juega un papel clave en la geopolítica mundial. En este escenario, la posición del gobierno de Colombia es adecuada. Aunque el presidente Gustavo Petro ha expresado públicamente sus diferencias con Maduro, hoy las discrepancias se tratan diplomáticamente, sin romper relaciones, sin cierres fronterizos o bloqueos económicos, como lo han hecho también Brasil y México.
Colombia y Venezuela son países hermanos, y su relación es fundamental para la estabilidad de América Latina. En los últimos años, han salido de Venezuela cerca de 8 millones de personas, mientras que más de 10 millones de colombianos han sentido el impacto del cierre de fronteras. Esta línea limítrofe entre ambos países es la tercera más importante del continente, con más de 2.000 kilómetros cuadrados de relaciones culturales, familiares y comerciales.
Desde el punto de vista económico, Colombia y Venezuela dependen en gran medida el uno del otro. En 2007, el comercio bilateral alcanzó los 7.000 millones de dólares, lo que impulsó el dinamismo de ciudades como Cúcuta y Maicao. Sin embargo, en los peores momentos de crisis, las relaciones comerciales cayeron drásticamente, tocando los mínimos históricos en 2019. Con la reapertura de la frontera en 2022 y la reactivación diplomática, se espera que el comercio entre ambos países supere los 1.000 millones de dólares, convirtiéndose en el país número doce en importancia comercial para Colombia.
En términos de pobreza, la situación también es crítica en ambos lados de la frontera. Según el DANE, el 39,3 % de la población colombiana vive en situación de pobreza monetaria (2023), mientras que, en Venezuela, el 76,6 % de los hogares vive en pobreza extrema, según ENCOVI (2023). Estas cifras subrayan la urgencia de políticas binacionales para reducir las desigualdades, generar empleo y garantizar un acceso equitativo a los recursos. La solución a estos problemas no puede esperar y el mantenimiento de buenas relaciones entre ambos países es fundamental para el crecimiento conjunto y para superar las crisis compartidas.
Hoy, para nuestro país, no es una alternativa el cierre de la frontera con Venezuela. Durante el fin de semana del 10 al 12 de enero de 2025, cuando estuvo cerrada, se perdieron cerca de 45.000 millones de pesos, afectando la economía, incrementando el hambre, la pobreza y los problemas de seguridad. Por estas razones, el gobierno de Gustavo Petro debe seguir fortaleciendo la diplomacia como camino hacia la paz para ambos países.
*Economista especialista en formulación de proyectos y gestión para el desarrollo territorial y docente investigador de la Universidad de La Guajira.
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